sábado, 25 de abril de 2009

Ramón y los conciertos

Todo explotaba en el local y sentía el bombo sonar dentro de su pecho. Ramón escuchaba un latido de corazón que era parcialmente suyo: uno de los mejores discos del rock estaba a punto de ser tocado en vivo y él sólo debía quedarse parado y escuchar. Tal vez cerrar los ojos, pero las luces, el movimiento de los músicos lo llegaba a hipnotizar en alguna manera.
Y aquellas sensaciones parecen concentrarse en el pecho, dirigirse como por intuición, acaso instinto por todo el cuerpo. La mayor parte quiere salir por las manos en la forma de emular el golpe a la bataca o el rasgeo de la guitarra; un considerable espacio sale por la cabeza, haciendo un movimiento singular de afirmación pero constante. Otro poco sale de la boca en forma de letras y otro poco, el más pequeño de nuestro pies, siguiendo el tempo de la canción.
No supo cuánto tiempo pasó. Ramón salió del local con un tremendo dolor en las piernas, por estar parado el tiempo indeterminado del concierto, con una áspera sensación en la garganta, acaso de cantar y no tomar nada y sólo fumar y fumar, y con un sueño terrible, acaso de que ya la madrugada más hermosa que jamás haya visto en Barranco.
Y todo eso gracias al rock... y a la gente que le gusta esta música tan versátil.

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