sábado, 4 de septiembre de 2010

La ciencia del recuerdo.

Inconscientemente dejó una tira de sentimientos guardados en el cajón. La inconsciente trabaja muchas veces en nuestra contra, pero nos dice que nunca hay que mentirnos, que lo que realmente queremos debemos mantenerlo, aunque mal haya pagado, aunque malos barullos hayan pasado. La tira estaba escondida en algún lugar. Todas las tentativas de eliminar los recuerdos que con tanta soberbia escribió en cuentos, relatos y poemas no valieron nada. Estuvieron guardadas en algún lugar. Un amor así sería difícil de olvidar.

Y es que en realidad no se olvida, sino que se tratan de colocar nuevas vivencias encima de las que existen para que tengan la prioridad al momento de ser evocadas. Los viejos recuerdos son almacenados en viejos cajones, les echamos harta naftalina para que se mantengan (otra excusa para que no se pierdan) y les ponermos un separador de libros para que encontrarlos sean más fáciles. Y ahí ves: salen disparados con una canción, sueltan aullidos con una foto, temblamos con el sonido de nuestra voz. Nunca en realidad quisimos que se pierdan.

Ahora los recuerdos ya no revolotean. Han sido sustituidos por nuevos recuerdos de nosotros que están ahí para ser evocados con prioridad. Son nuestro nuevos recuerdos que, inconscientemente, están encadenados a los demás, a los más antiguos, haciendo que recordarnos sea una aventura en la cual queremos seguir avanzando. El recuerdo del temblor en nuestros cuerpo alejados, el recuerdo de tus ojos viéndome con parsimonia mientras nos poníamos al día de nuestra vida, el recuerdo de tus labios, el recuerdo del PH de tu saliva, el recuerdo de tus cuerpo, el recuerdo de tus lágrimas, el recuerdo de tu amor. El recuerdo de un te amo que no se pierde en el silencio ni en tus risas. Que te aguarda.

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