viernes, 10 de septiembre de 2010

Ramón y sus inconstantes tropiezos.

Andando por las calles o(b)scuras de Amil, Ramón se pregunta cuántas veces puede tropezarse uno con esta realidad que se nos presenta sin remedos. Es real, piensa, la piedra en el zapato, la caja en la acera, la gente yendo de un lado a otro. Cada uno con características tropezables, inquietantes y desaforadas. Entre inmersos objetos para el choque, ¿acaso su corazón no tropieza a cada segundo con nuevas tentativas?

Tentativas. Intentos. Razones. ¿Cómo sus ganas pueden pasar de un vuelco en el corazón a una molestia indescriptible y nuevamente al vuelco que lo hace temblar? Hay baches por todos lados. Ramón no se percata que su corazón salta a cada bache con solemnidad, sin preguntarse el por que, sin preguntarse hasta cuándo, sin quitarse la pesadez. Sabe que de un momento a otro sus sentimientos explotarán para alguno de los polos... transitando entre ellos.

Caminando por la calles de imsonio de Amil, Ramón sabe que debe concretar esa voluble sensación. Acaso está en un laberinto donde la salida no depende de que él la encuentre, sino que le dispongan una salida.

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