miércoles, 8 de septiembre de 2010

Y así es.

Sí, así es, que cuando no decimos adiós nos alejamos cada vez más, doblegándonos, distanciándonos. Donde la distancia ahora parece ser la mierda que pisamos, que no olvida, que nos pierde. Cuando no nos decimos adiós parece que el tiempo nos sepulta, nos lleva como manecillas del reloj a seguir andando, hasta que sólo estemos conscientes de que cumplimos una tarea, la de vivir como lo siempre lo hicimos.

Y es que es tan fácil no poder decir adiós de la forma en la que se debe. ¿Cuántas veces nos hemos dicho adiós y no lo hemos cumplido? Ahora me doy cuenta que el camino era el otro. ¿Cuántas veces no nos dijimos adiós y nos fuimos, y desaparecimos?

Tan fácil... todo tan fácil.

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