Es un época extraña esta que transcurre en las últimas semanas. Como mucho helado; y es que no sólo es por el sabor o la frescura necesaria en estos días de intenso calor que azota a la ciudad y a mi pequeña cabeza; sino que me siento identificado con ciertos elementos simbólicos que trae consigo este delicioso manjar.
Será que los colores me llevan a recuerdos perdidos bajo el polvo del silencio; que me sumerge en vivencias que me llenan de vainilla o rosado, chocolate o marrón. Será que mi corazón, de tanto siempre sin amores apasionantes y aprisionantes, se ha vuelto frío, congelado en el mismo espacio de siempre. Será que este sol derrite mis sentimientos encausados en holas y adioses, en mentiras llenas de promiscuidad, en silencios disipados en tardes de frío invierno.
Todo eso confluye cuando tengo un helado al lado. La última cuchara y el plato vacío me recuerda que no es tan fácil pensar en desamores y rechazos.