jueves, 7 de enero de 2010

Ramón y sus situaciones extrañas

Desde el fondo del carro Ramón se muere de calor. La prisión de la combi lo convierte en sudor que resbala de sus sienes, que se posan en sus cejas, que no lo dejan leer, pensar, cantar, dormir. Busca una ventana que abrir, pero todas tienen celadores que no perciben el calor. ¡Qué tienen en la cabeza! Ramón es un máquina de desesperación y bochorno.

Sólo es necesario prestar demasiado atención en alguien o algo para olvidar el bochorno de principios de año: un recuerdo, una canción, un cuento entretenido, el inicio de un relato; y lo que no falla, una mujer que te mira como la miras. Ramón la ve subir al carro y posarse en la parte posterior del vehículo. Cabello largo y oscuro, facciones delicadas y propensas al cariño, cuerpo no se deja ver por el vestuario y los parroquianos a su alrededor. Sus ojos que chocan por minutos, por varias cuadras, por algunos distritos. Se llega a sentar, pero el contacto sigue presente... hasta que bajan.

Bajan en el mismo lugar. Ramón nunca la había visto por ahí. Al acercarse a la puerta se rozan con místico deseo; aún cruzan miradas que se entremezclan con el llamar bullicioso del cobrador, con lo estentóreo del motor. Ambos bajan casi pegados, se siguen mirando cuando descubren que se dirigen a direcciones distintas. Ramón es un manojo de deseo, pero lo traiciona la timidez. La joven toma la iniciativa y se besan. Se besan con calle, con vehículos, con transeuntes, con bocinas atronadoras y ladridos cotidianos.

Se separan, nunca le había ocurrido, pero disfruta la experiencia de tener un contacto más que visual con un desconocido. Ramón suspira casi al instante mientras cambia el rictus en su rostro.

- Bueno -dice-, ahora viene lo más difícil... Conocernos.

Es un juego de azar. No tan sencillo y divertido como un beso.

2 comentarios:

Penny lane dijo...

las miradas desperdiciadas que podrian haber terminado asi!...en Argentina le decimos ramon a la marihuana.

Sociobear dijo...

Aquí Ramón es un nombre. Lamentablemente no es el mío. Es de ese tipo que cuento sus historias.