domingo, 17 de enero de 2010

Del amor y otras drogas.

El alcohol es, en cierta medida, un aliciente para dejar nuestra imaginación al aire y dejar fluir proyecciones de lo que nuestros sentimientos quisieran obtener. Un corazón solitario, unos cuantos litros de alcohol en la cabeza y un viaje de casi 1 hora para llegar a casa son los ingredientes para que nuestra mente libere historias jamás pensadas, recuerdos nunca ocurridos, deseos que tal vez no pasarán alguna vez.

Y es que como el trago eterno, materia prima del desahogo y desamor, el amor es una droga que no te permite dejarla así nomás. Que vuela por el largo trecho de nuestra imaginación, de nuestra concepción del corazón trágico y crea historias que quisieramos que ocurran de una vez, entre lamparas encendidas y velas apunto de fenecer.

La veo ahí, a través del cristal, y la deseo.

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